Neste interessante artigo, o autor especula como deveria ser um Legislativo ideal, a partir de um ideal de sociedade livre, com governo mínimo, que nem sequer deveria ser chamado de “governo”, mas sim uma espécie de “agência de seguridade”.
É fundamental partir da premissa de que uma sociedade livre não se baseia em um governo que dirige sua economia, mesmo que por supostas “causas nobres”, pois a tentação ao dirigismo é constante. Exemplos cotidianos não faltam, como a invocação para aumentar as exportações, quando não é esta, a forma mais sustentável necessariamente, de gerar superávits (não esqueçam da entrada de capitais através da balança de pagamentos).
Trata-se de um texto conciso, mas denso, cujas reflexões servem de base para aprofundar o debate com vistas à constituição de um modelo que devemos construir em nossa vida política.
Anselmo Heidrich
09, jul. 2019
Por Alberto Benegas Lynch (h)
Desde los orígenes del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno, la faena de los espíritus libres ha sido la de contener el abuso de poder. Aun cuando en ciencia política la teoría apunta a que los aparatos estatales son para proteger y garantizar los derechos de los gobernados, en la práctica se han salido de cauce permanentemente. Tal como ha consignado Benedetto Croce la historia es un peregrinar por la libertad, en todos sus tramos apunta a ser “la hazaña de la libertad”.
Hoy observamos problemas muy graves en cuanto a los desvíos de la sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana), no solo en nuestra región latinoamericana sino en Europa y en Estados Unidos con los constantes ataques del nacionalismo con sus características de xenofobia y el mal llamado “proteccionismo” que en verdad desprotege a los ciudadanos encerrados en aberrantes fronteras alambradas. Mario Vargas Llosa ha mostrado lo absurdo y altamente perjudicial de “considerar lo propio como un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, algo que amenaza, socava, empobrece o degenera”.
Desde los mercantilistas del siglo xvi y Friedrich List cada tanto surgen las sandeces en torno a la industria incipiente y el “vivir con lo nuestro” que bajo la fachada de las fuentes de trabajo los empresarios prebendarios se alían con el poder de turno para consolidar sus privilegios a contracorriente de los intereses de la gente. Con el argumento que no pueden competir proponen que de momento se establezcan aranceles en lugar de comprender que si un proyecto arroja pérdidas en las primeras etapas para luego más que compensarlas con ganancias, deben ser ellos, los empresarios, quienes deben afrontar los quebrantos y no endosar la carga sobre las espaldas de sus congéneres.
Y si se alega que no cuentan con los suficientes recursos para afrontar el cimbronazo inicial, pueden incorporar socios para tal fin. Si nadie acepta involucrarse en ese emprendimiento es por dos motivos: o se trata de un cuento chino (lo cual es habitual) puesto que el retorno sobre la inversión no justifica el negocio o, siendo rentable, hay otros más urgentes y como todo no puede llevarse a cabo simultáneamente, el proyecto de marras deberá esperar su turno.
En este contexto buena parte de los gobernantes de las economías del denominado mundo libre despotrican contra balances comerciales desfavorables e intentan modificar la situación con insólitas guerras comerciales. En verdad, lo relevante no es la balanza comercial sino el balance de pagos que contempla los movimientos de capital. En nuestros casos personales lo ideal sería comprar, comprar y comprar sin necesidad de vender nuestros servicios o bienes pero eso significaría que los demás nos estarían regalando permanentemente. Idéntico fenómeno ocurre con un grupo de personas que asimilamos a un país: lo ideal sería importar permanentemente sin necesidad de exportar, pero no podemos convencer al resto que nos regalen bienes y servicios por lo que no tenemos más remedio que exportar. La exportación es el costo de la importación. Cuando las importaciones exceden a las importaciones quiere decir que la entrada de capitales compensa la diferencia.
Los nacionalismos y las cerrazones fronterizas (y las mentales) no se percatan de estos principios económicos y en su lugar manipulan el tipo de cambio y los gobiernos se endeudan lo cual naturalmente produce desajustes mayúsculos. Por esta razón es que Jacques Rueff en The Balance of Payments sugiere enfáticamente que los gobiernos no lleven las estadísticas del comercio internacional ya que “constituyen una tentación para intervenir, lo cual genera los problemas”.
En realidad los nexos causales de la economía no se modifican por el hecho de interponerse un río, una montaña o una frontera. Desde la perspectiva liberal la división del globo terráqueo en naciones es al solo efecto de evitar los riesgos de concentración de poder en un gobierno universal, para fraccionar a su vez en provincias y municipios.
Como es sabido la raza es una fantasía ya que las modificaciones exteriores son consecuencia de climas diversos y solo hay cuatro grupos sanguíneos distribuidos entre todos los humanos. Es de interés insistir en el ejemplo de los sicarios nazis que tatuaban y rapaban a sus víctimas para distinguirlas de sus victimarios.
Esta introducción sobre los dislates de los nacionalismos se hace necesaria para subrayar muy telegráficamente los peligros que enfrenta el mundo de hoy dado que nuevamente surge esa amenaza.
Ahora bien, si ese es el cuadro de situación y como resultado observamos que la noción de la democracia se ha degradado a niveles que en buena medida ha permutado en cleptocracia, a saber, el gobierno de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida. Lo contrario de lo expresado por los Gionvanni Sartori de nuestra época.
Entonces, sin prejuicio de trabajar en terrenos educativos que constituyen la clave del asunto a los efectos de trasmitir valores y principios compatibles con el respeto a las autonomías individuales, sin perjuicio de ello decimos, se torna urgente el trabajar las neuronas para imaginar nuevas vallas al abuso del poder político.
Hay diversos frenos y propuestas para el Poder Ejecutivo y para el Poder Judicial pero en esta nota periodística centro la atención en el Poder Legislativo para evitar el amontonamiento de personas que en gran parte se burlan de la ciudadanía y hacen negocios con sus cargos al tiempo que se sienten obligados a promulgar legislaciones que en realidad se oponen frontalmente al derecho en línea con pseudoderechos, es decir, la facultad de echar mano al fruto del trabajo ajeno por la fuerza.
En otra oportunidad sugerí que el Poder Legislativo en ambas cámaras sean ad-honrem no reelegibles como era en algunos cargos gubernamentales en las antiguas repúblicas de Florencia y Venecia. En este caso, luego de haber estudiado las elaboraciones de Edwin Fulner -ex presidente la Heritage Foundation- Natalia Basil -doctoranda en administración de negocios- y Gabriel Gasave -a cargo del Intependent Institute de Washington- concluyo que también puede considerase que los legisladores sean part-time con un límite máximo de sesiones y trabajando en sus respectivos emprendimientos privados tal como ocurre en Norteamérica en los estados de Texas, Virginia, Montana, Nevada y North Dakota.
Estos sistemas fueron establecidos por los Padres Fundadores al efecto de limitar el ímpetu legislativo y para que se centraran exclusivamente en la preparación y el contralor presupuestario y en el dictado de leyes que tuvieran como solo objeto la protección de los derechos de la gente, siempre anteriores y superiores a la misma existencia del gobierno.
Incluso Leonard Read insistía en que no se recurra a la expresión “gobierno” y se reemplazara por la de “agencia de seguridad” puesto que aquella denominación “equivale a llamar gerente general al custodio de una empresa”. En el tercer tomo de Law, Legislation and Liberty el premio Nobel en economía Friedrich Hayek sostiene que si queremos que los principios de la sociedad libre sobrevivan es indispensable reformar nuestro sistema político. Si no nos parece lo sugerido propongamos otras medidas pero no es responsable quedarnos con los brazos cruzados esperando un cataclismo.
El autor es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.
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